El
varón debe ser el proveedor del sustento familiar, el que aporta los recursos
para que la familia exista; mientras que la mujer debe encargarse de la esfera
doméstica, que incluye las tareas del hogar, la crianza de los hijos y el
cuidado/atención del marido.
Las
mujeres son por naturaleza más sensibles, soñadoras, afectivas, sentimentales y
tiernas que los hombres. Por su parte, los hombres naturalmente son más
fuertes, rudos y desapegados que las mujeres.
Por
sus cualidades y atributos, los hombres son más eficientes en los puestos de
dirección y liderazgo. Al contrario, las mujeres – por ser más empáticas y
sensibles – son más hábiles en los puestos de trabajo que implican el cuidado
de otros/as: maestras, enfermeras, psicólogas, etc.
A
las mujeres, el instinto maternal les permite adquirir las destrezas y
habilidades innatas a su condición de ser madres. La madre posee un saber-hacer
instintivo que le permite entender mejor que nadie lo que su hijo necesita.
Los
varones son menos habilidosos para la crianza de los/as hijos/as, porque no
tienen la capacidad de darse cuenta de sus necesidades, y porque son más
distantes y fríos en las relaciones interpersonales.
Las
mujeres desean más que los hombres casarse y tener hijos. De hecho, la esencia
de la mujer es ser madre. Si no lo logran, se sienten frustradas en su
realización personal. En cambio, los hombres priorizan su carrera profesional antes
que la conformación de una familia.
En
cuanto a la vivencia de la sexualidad, las mujeres son más moderadas en su
deseo sexual, se estimulan muy lentamente y en un marco de cariño, delicadeza y
suavidad. Mientras que el impulso sexual masculino es intenso e incontrolable,
y los varones pueden disociar más fácilmente la satisfacción sexual de la
relación de amor.
Deconstruir los estereotipos de género
Los
estereotipos de género, esas imágenes estáticas que se delinean con atributos
universales para lo femenino y lo masculino y que pretenden pasar por
naturales, están fuertemente cuestionados sobre todo por la presión del
feminismo durante los últimos cincuenta años. Sin embargo, su supervivencia
queda amparada en terrenos privados, a veces invisibles, como las relaciones
amorosas, familiares, la educación en la edad temprana, las relaciones
laborales y, por supuesto, en las instituciones cerradas que se pretenden
impermeables a los cambios sociales.
Las
ideas estereotipadas acerca de los atributos de varones y mujeres pueden ser
riesgosas en la medida en que limitan nuestro potencial para desarrollar al
máximo nuestras capacidades. Si aceptamos los estereotipos como guías para
nuestro propio comportamiento, ello impedirá que determinemos nuestros propios
intereses y habilidades, desanimando a los varones a que participen en
actividades tradicionalmente consideradas como femeninas y llevando a las
mujeres a no elegir roles tradicionalmente masculinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario